Los juegos de canicas, la petaca, el indor, la guerra,
las escondidas, eran parte del compendio de juegos populares que compartía con
mis amigos y vecinos en la época de mi infancia y preadolescencia, donde todo
parecía mejor y no sentíamos el peso del significado de convivir en una
sociedad llena de derechos y obligaciones, que se sometía a un ordenamiento
jurídico existente imperceptible para nosotros, ya que nuestro mundo era
inmutable en ese entonces.
Nuestro barrio, era parte de un cantón humilde en la
región amazónica, que años atrás fue sede de la obra salesiana in situ,
ganándose la nominación de Vicariato Apostólico de Méndez y formando parte del
centro de operaciones a nivel provincial del trabajo misionero. Aquel rincón de
relevante importancia histórica fue olvidado por los diversos gobiernos de
turno, los mismos que por medio de sus eternos representantes, hacían acto de
presencia previa convocatoria a las elecciones populares, para mediante el uso
de discursos aletargantes y cargados de un patriotismo insolente, lograr el
convencimiento popular con el propósito de llegar a un podio de autoridad
pública bajo el fin último del lucro personal, alejado por completo del
objetivo inicial de la democracia: “la participación del pueblo, para el pueblo
y por el pueblo”.
Luego de terminar la carrera de bachillerato en las dos
únicas opciones secundarias de la localidad, se asumen decisiones severas con
el propósito de continuar con los estudios universitarios, sorteando varias
opciones académicas alejadas por completo del terruño local y la familia,
tomando la alternativa de realizar los estudios en la Capital del Austro, lugar
de edificaciones con una peculiar característica en sus tejados que atiborraban
un aire de serranía e historia; o, en su efecto la Capital del País, mucho más
lejos de lo que se pensaba en aquel entonces que las personas podían llegar,
con el fin de alcanzar sus sueños de una profesión exitosa, un trabajo estable
y una remuneración exorbitante.
El trayecto en ambos casos, no era nada sencillo. Para
viajar al centro del Austro se debía atravesar la cordillera central por medio
de una carretera sinuosa y ancestral olvidada por completo por las autoridades
de turno, que demoraba en trayecto alrededor de 8 a 10 horas.
En el caso del viaje a la Capital, tampoco se alejaba de
la realidad de aquella época ya que solo para llegar a la capital de la
provincia con un recorrido de aproximadamente 100 kilómetros, se tardaba un
tiempo de 3 horas y de ahí hasta la Capital del País había que sumarle 12 horas
más en ruta irregular, puesto que intermedio se debía realizar un trasbordo y
cambiar de unidad de bus interprovincial, para atravesar a pie un antiguo
puente colgante de 300 metros sobre el caudaloso entonces rio Pastaza.
Como ciudadanos ecuatorianos, entendíamos contar con un
pleno goce de derechos y obligaciones que devengan de nuestros actos, sin
embargo en aquel ambiente hostil que nos tocó afrontar a la mayoría de los
preuniversitarios de aquel entonces, nos preguntábamos: ¿Dónde estaba el
Gobierno?, ¿Dónde estaban las obras?, ¿Dónde estaba la voluntad popular que
radicaba en los mandatarios al servicio de sus mandantes? ....un inmenso
silencio acompañaba pequeñas conversas llenas de indignación y decepción entre
aquellos viajeros que compartíamos esa travesía hacia diversos sectores de la
patria, cada uno con un propósito diferente pero compartiendo un sueño en
común.
Al recordar con nostalgia y cierto aire de indulgencia
nuestro pasado histórico y, al haber formado parte de aquel conglomerado humano
que coexistió en una de las etapas controversiales de nuestra historia, considero
que es deber de todo ciudadano ecuatoriano hacer una comparación crítica,
objetiva y veraz de nuestra realidad actual en el país, y preguntarnos: ¿cómo
estábamos antes?, y ¿qué es lo que tenemos ahora?
En el siglo V a. C., el rey persa Darío I construyó El Camino Real Persa, una antigua
carretera cimentada por el camino para facilitar una comunicación rápida a
través de su extenso imperio con una longitud de 2699 kilómetros. Actualmente
corresponde el recorrido de dos veces y media la distancia exacta del Carchi al
Macara, puesto que su longitud equivale a los 1148 kilómetros, siguiendo la
carretera Panamericana.
Lo increíble del rey persa hace más de 2500 años, es la
visión real y necesaria sobre la comunicación entre los pueblos, ya que en su
imperio esta obra facilitaba fundamentalmente el comercio, que es la base del mercado actual donde se asienta la
economía sustentable para los diferentes sectores de la Patria.
Lamentablemente, a ningún político de nuestra época se
le ocurrió aquella brillante idea del rey Darío I, puesto que de ser así,
hubiéramos tenido visiones diferentes de un pasado futurista que sin lugar a
dudas habría propinado un presente totalmente descontextualizado de la
realidad.
Esta y muchas obras más, para citar ejemplos, en el
campo de la vialidad: la Troncal Amazónica, en el campo de la educación:
Escuelas del Milenio, en el campo de la salud: mejor distribución de la
atención pública y la asignación de los recursos e implementos médicos
necesarios, en el campo de los sectores estratégicos: conectividad a internet,
cambio de la matriz productiva, energía limpia para el país, son logros
importantes realizados mediante la voluntad política de un Gobierno
responsable, dando cumplimiento a su real objetivo que es: la administración del Estado, a través del poder político, que implica
la toma de decisiones a favor de sus mandantes.
Se podrán encontrar mil defectos y contrariedades a la
gestión de nuestros representantes, y en la mayoría de casos serán reales y
verídicas, pero en esta nueva época en la que vivimos es responsabilidad de los
profesionales, estudiantes y colectivo en general, aportar con ideas serias,
denuncias físicas y veedurías comprometidas con el cambio, con el propósito de
salir del pasado de los comentarios sin valor, las protestas sin ruido y los
gritos sin voz que atravesaron nuestros predecesores, talvez por falta de
preparación, quizá por ausencia de recursos o inclusive por falta de amor
propio, que radica en la unión de los ecuatorianos y que se refleja en el
progreso de la patria.
Hay un adagio popular que reza: “siempre se puede contar con los traidores, nunca te fallan”. Si
aplicamos a la realidad actual, siempre se podrá contar con degradaciones al
poder como la corrupción. Por lo que es responsabilidad nuestra, aplicar el
órgano regular para denunciar estas aberraciones que van en contra de la ética
y la moral, pero que forman parte del día a día, ya que como dicta la biblia: “en el arca abierta, hasta el justo peca”.